Semillero para la SOSTENIBILIDAD

La vida y la tierra son dos elementos interconectados en su origen, ambas palabras están ligadas a la fecundidad, que es la capacidad de dar.

La tierra es la vida misma en constante cambio, la tierra es la realidad plástica de la muerte en su proceso de modificar la materia, para dar lugar a la siguiente vida.

La tierra es un ente femenino porque en su función orgánica está intrínseco el hecho de dar vida o asimilar la muerte en su interior.

La tierra se comenzó a formar cuando el primer organismo vivo murió y se depositó entre las rocas y limos del mar. Sobre la superficie rocosa, donde no inundaba el agua, las algas y los primeros seres “muertos”, comenzaron a formar las primeras capas de “humus” sobre las rocas. Este “humus” o “prototierra” tras cientos o miles de años, ayudó a que las primeras plantas aparecieran sobre la tierra.

La siguiente historia ya la conocemos: las plantas produjeron oxígeno, el oxígeno una atmósfera como la que respiramos hoy, y millones de años de evolución lograron alcanzar una diversidad de vida de 8.7 millones de especies.

El día de hoy la tierra, que pisamos en los montes y la que se mete entre nuestras uñas de los pies, es la que “nos” (nótese el nos, a los humanos como especie) va a permitir seguir vivos, la que dará lugar a las formas de vida futuras. Por eso al tapar, contaminar y desechar la tierra como si fuese basura, estamos asegurando nuestra autodestrucción en el corto plazo.

¿Por qué actuamos así? ¿Qué nos pasa como especie desde que inició la revolución industrial, desde que usamos el petróleo de forma industrializada?

Estamos “plastificando” el proceso natural de asimilación de la muerte, ponemos petróleo sobre la tierra donde caminamos, envolvemos la basura orgánica en bolsas de plástico, envolvemos en plástico lo que nos comemos, comemos sobre plástico, bebemos en botes de plástico, y cuando desechamos todos esos “utensilios” (que en otro tiempo eran de madera o barro) cubrimos con una capa de basura plástica, sintética y tóxica nuestra propia tierra.

El plástico no es el problema, el problema es que no tenemos idea sobre este proceso, hace falta en nuestras cabezas reconectar con ese conocimiento antaño que sabe de cierto que la tierra es la base de la vida, que de ella depende nuestra alimentación, nuestra salud, nuestro bienestar, nuestra identidad.

Por eso es imprescindible, imperante, urgente y obligado hacer compostas y regresar a la tierra los elementos naturales que de ella estamos tomando.

El trabajo de compostaje es la base del proceso de reconciliación con nosotros mismos y con nuestro entorno. Es un proceso que nos pone en evidencia la realidad de la muerte, de la descomposición, de la putrefacción, del cambio. Es un proceso que nos evidencia que de la muerte nace la vida.

Cierro mis palabras con la atenta invitación a que exploren la tierra, a que se den unos minutos para meditar, qué tan lejos o tan cerca, están de la tierra, para indagar qué pensamientos, prejuicios o costumbres nos mantienen alejados de ella.

México es una tierra, no solo privilegiada, sino bendita. Los conmino a responder, conjuntamente, por este valioso lugar en el que hemos nacido, y en el cual depositaremos nuestros restos, para reincorporarnos a ciclo infinito de la vida.